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Economía colaborativa: la revolución del consumo a golpe de click

Analizamos el impacto económico y el futuro de este nuevo sistema de intercambio de bienes y servicios, que está borrando los límites entre propietario y consumidor.

05 de julio de 2018

La antigua economía de trueque se ha “profesionalizado” y mucho en los últimos años, gracias a la digitalización y las nuevas tecnologías, dando lugar al modelo de la economía colaborativa. Este nuevo sistema de intercambio está transformando la forma de intercambiar bienes y servicios y la relación consumidor-propietario a través de Internet.

Compartir no es un término nuevo. Desde siempre hemos viajado compartiendo coche (y gastos), nos hemos alojado en casas prestadas o hemos cuidado la mascota de algún amigo en casa. Con la entrada de las nuevas tecnologías, este sistema económico “básico” ha virado hacia un modelo masivo, muy accesible y más organizado, en el que proliferan los intercambios de casi cualquier tipo de producto o servicio entre particulares, a través de plataformas digitales.

¿Cuáles son las causas de este cambio de tendencia? Como señala Álvaro Zamácola, Director de Operaciones de BlaBlaCar en España y Portugal, en el nuevo vídeo de la serie La Opinión del Experto, la economía colaborativa nace como respuesta a dos fenómenos paralelos. Por un lado, se debe a la rápida expansión de los teléfonos móviles como herramienta principal para acceder a las plataformas digitales de intercambio de bienes. Es el caso de España, eso se ha traducido en que las personas que tienen un ‘smartphone’ se han duplicado en los últimos cinco años, pasando del 41% al 81%.

Por otro lado, estamos asistiendo al mayor cambio generacional en la historia humana: la entrada en escena de la generación de los millennials. La consultora Deloitte estima que en 2025 éstos compondrán el 75% de la fuerza laboral. Zamácola sostiene “hay un cambio de mentalidad en el que lo importante es tener acceso a algo en el momento en el que lo necesitas y no la propiedad”, hecho que refleja a la perfección la filosofía por la que se rige este colectivo.

Impacto económico

¿Cómo se puede medir el impacto de la economía colaborativa? Al ser un modelo que engloba muchos negocios diferentes, es difícil establecer una lista de criterios cerrada. Aun así, a nivel europeo, un informe de la Comisión Europea de 2016 estimó que los ingresos por plataformas colaborativas de la Unión Europea en 2015 alcanzaron los 28.000 millones de euros. A su vez, Zamácola cita otro estudio global de la consultora PWC, que vaticina que el total de ingresos podría alcanzar los 550 millones en los próximos siete años. Además, en España, la Fundación EY calculó que en 2017 dicho sistema representaba entre el 1% y el 1,5% del PIB con previsión de subir el doble en el 2025. Son datos alentadores, que se apoyan tanto en el crecimiento del uso de tecnologías digitales, como en la futura expansión del modelo a nuevos sectores y economías.

Cada vez más sectores miran hacia la economía colaborativa

El éxito de aplicaciones como BlaBlaCar, Airbnb o EatWhit han sentado precedente en ámbitos con mucha demanda de particulares como el transporte, el alojamiento o la cocina. Tradicionalmente considerados sectores con recursos infrautilizados, la entrada de la economía colaborativa ha facilitado que cobren más peso dentro del crecimiento de la demanda de bienes. En palabras de Zamácola,” tras la crisis financiera de 2008, hemos pasado de un modelo económico de propiedad e hiperconsumismo a uno de servicios y acceso”.

En paralelo, estamos viendo también cómo la economía colaborativa se exporta a otros ámbitos más minoritarios e incluso se adapta a países con un modelo económico diferente. Es el caso, por ejemplo, del sector náutico, que ha visto nacer hace unos meses la plataforma SamBoat de alquiler de barcos entre particulares y profesionales. Mientras, en la India, un fabricante de tractores ha lanzado Trringo, que permite intercambiar un bien cuanto menos inusual: un tractor. El servicio funciona de tal forma que cuando un agricultor no utiliza el suyo, lo puede “prestar“a otro previa remuneración. El tiempo dirá si este modelo se puede convertir también enuna de las soluciones para reducir las desigualdades entre colectivos en los países en vías de desarrollo.

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