La alimentación sostenible es (todo) esto
Analizamos los retos de la alimentación sostenible y la importancia de que la empieces a aplicar en tu día a día.
“La cocina de aprovechamiento y la compra planificada son pequeñas acciones cuyo impacto es masivo.”
“Si planificas para un año, siembra trigo. Si planificas para una década, planta árboles. Si planificas para una vida, educa personas” Si aplicamos esta frase al ámbito de la alimentación, se trata de concienciar a los consumidores de que tienen mucho que pueden hacer (y decir) para que el mercado alimentario mundial sea más sostenible.
Tal y como afirma Oriol Reull, Country Manager de Too Good to Go en el nuevo vídeo de la serie Opinión del Experto, está en manos del consumidor realizar a diario “pequeños cambios en su alimentación que tienen un gran impacto”.
Y es que según estimaciones del Banco Mundial la población mundial crecerá hasta 9 mil millones de personas durante las próximas tres décadas (desde los 6 mil millones que había en 2006). La institución advierte que, esto, unido al mayor nivel de vida de muchas personas, puede causar que la demanda de alimentos aumente el doble.
La escasez de agua y también de suelo para cultivar son los principales obstáculos para poder responder a este incremento de forma adecuada. Ambas condiciones se han visto potenciadas por los cambios climáticos que someten a muchas zonas geográficas a situaciones límite. Además, ya en la actualidad, los cultivos ocupan un gran porcentaje de las tierras, con el consiguiente impacto negativo sobre el hábitat de los animales, el agua, la contaminación del aire y el estado de ríos y mares.
Es evidente, por tanto, que la respuesta ante el reto de alimentar adecuadamente a una población mundial creciente reside en buscar soluciones duraderas a nivel sociopolítico, pero también como individuos. En el primero, los Gobiernos nacionales tienen un papel clave en la concienciación. Entre otras cosas, son los responsables de aportar ayudas para iniciativas que luchen por un futuro del planeta más verde. A nivel europeo, por ejemplo. la Comisión Europea ha establecido un ambicioso programa a favor de la alimentación sostenible. Algunos de los puntos que éste recoge tienen que ver con la creación de etiquetados más comprensibles, el fomento de la alimentación equilibrada y la producción local, la reducción de stock de productos, etc.
Pero, tal y como asegura Reull, nuestro consumo diario también puede servir como palanca de transformación para que la alimentación global sea más sostenible. ¿Por qué acciones podemos empezar?
1. Reducir el despilfarro de alimentos
Según Reull, el 28% de la tierra agrícola mundial se destina a productos que nunca llegan a la mesa del consumidor. Además, la FAO estima que uno de cada tres productos listos para consumir se tira a la basura.
Aplicaciones como Too Good to Go luchan contra este despilfarro desde un nuevo frente: la restauración. Ésta colabora con establecimiento de comida para dar salida a las sobras que no se han vendido. Al operar en un entorno digital donde el consumidor puede consultar en tiempo real los tipos y la disponibilidad de alimentos sobrantes, la herramienta consigue llegar a más personas, que no solo salvan comida sino que ahorran dinero y conocen nuevos restaurantes.
Otra de las tendencias que despunta es, según Reull, la cocina de reaprovechamiento (o trash cooking en inglés). “Existen muchas recetas pensadas para reaprovechar ingredientes” afirma Reull. Y no es baladí. Webs como The Zero-Waste Chef, Frugal and Thriving y Love Food, Hate Waste se han propuesto sacar a la luz nuestro talento de chefs (de aprovechamiento) con recetas que resultan igual de deliciosas que las de ingredientes convencionales.
En el ámbito de la restauración, es famosa la cruzada del chef Massimo Bottura contra el desperdicio. En 2015, el italiano planteó un reto a sus compañeros de profesión durante la Exposición Universal de Milán de 2015, que consistía en crear recetas deliciosas basadas exclusivamente en sobras. Los platos ideados estaban destinados a un comedor social ubicado en uno de los barrios humildes de la ciudad.
2. Apostar por alimentos de proximidad y temporada
Planificar la compra y apostar por alimentos de temporada y locales reduce el impacto medioambiental generado por su transporte y estimula la economía local, además de la del consumidor. Los alimentos que cumplen ambos criterios suelen ser también más sabrosos y frescos, al reducirse el tiempo que tardan en llegar a la mesa, por lo que el beneficio es doble: permite disfrutar de productos de calidad a un menor coste.
3. Reducir el consumo de alimentos de origen animal
¿Sabías que producir un kilo de carne de vacuno implica dedicar hasta 20 kilos de vegetales y cereales para su alimento? ¿Y que el consumo por persona de pescado en 1960 era de unos 11,4 kilos por ciudadano al año, que se incrementaron casi un 50% más hasta el 2010 (15,4kgs)?
Lo cierto es que la ganadería y la pesca intensiva han aumentado exponencialmente el gasto en energía y agua, a la vez que los consumidores han incrementado el consumo de carne, pescado y huevos. Iniciativas como el Meatless Monday promueven su moderación, fijando un día a la semana (lunes) en el consumidor basa su alimentación en proteínas y grasas aportadas exclusivamente por vegetales.
4. Mantener una dieta equilibrada
Priorizar el consumo de alimentos naturales (verduras, frutas, legumbres, frutos secos, etc.) en detrimento de los procesados garantiza una alimentación más saludable a la par que sostenible. Según la OMS, realizar una dieta sana y balanceada durante nuestra vida nos ayuda a prevenir la malnutrición, enfermedades no transmisibles (diabetes, cardiopatías, accidentes cardiovasculares y cáncer) y diferentes dolencias.